INTRODUCCIÓN


      Ascendiendo unos cuatro kilómetros desde Piedrafita, nos encontramos con el mítico Cebreiro. Merece la pena realizar este ascenso para experimentar la paz que ofrecen estas elevadas cumbres. Se experimenta simultáneamente un retroceder en el tiempo: tan pronto nos sentimos en la época medieval al contemplar la iglesia y el mesón como en la época celta adentrándonos en cualquiera de las pallozas. El presente se desvanece por unos instantes sin que nosotros seamos conscientes de ello. Entramos en un mundo mágico, sensación que se hace más intensa al traspasar el umbral del santuario. Una ligera brisa llena de frescor nuestra cara y la vista se nos nubla un instante como consecuencia del contraste entre la claridad exterior y la leve y agradable oscuridad que reina entre los gruesos muros románicos. Es el paso a una nueva dimensión.

      Enseguida nos acostumbramos a la nueva situación y nos adentramos en la planta de la iglesia, al estilo de las basílicas romanas, en tres plantas: A la izquierda está el altar de S.Benito, que nos recuerda la época en la que la iglesia estuvo regida por los monjes benedictinos; al fondo de la nave central podemos observar un inmenso Cristo Crucificado, único elemento que encontramos en esa parte, a no ser el altar de piedra sobre el que está colocado. Nos vemos obligados a realizar una breve meditación sobre el misterio de la muerte y resurrección de Jesús. Y, por fin, nos acercamos a la nave derecha, ligeramente destacada de las demás por la iluminación, casi repleta de cirios encendidos; es la capilla del Santísimo. Elevamos la vista sobre el sagrario y podemos contemplar la urna en la que se exponen el cáliz y la patena del milagro, juntamente con las reliquias, carne y sangre resultado del gran acontecimiento que se hayan visibles en dos ampollas de plata regaladas por los RR.Católicos durante su estancia en estas tierras. En esta misma nave, en un pedestal adosado a la pared, podemos observar otra figura importante en todo este conjunto; se trata de la talla románica de la vigen, "Santa María la Real del Cebreiro". Permanece así en ese lugar, junto a las reliquias, como testigo mudo del milagro, pero no mudo del todo, pues, según la tradición, inclinó la cabeza para contemplar el milagro. Resaltar por último, para finalizar nuestra visita al santuario, la presencia de una enorme pila bautismal en un recinto a la entrada de la iglesia.

Todas estas emociones se han ido sucediendo de una forma muy rápida, pero con la intensidad suficiente como para suscitar nuestra curiosidad. Se han enunciado aquí los puntos esenciales sobre los que gira la historia del Cebreiro. Pero ahora sentimos la necesidad de saber más cosas. Ésta es la tarea en la que vamos a intentar sumergirnos a continuación.